Dos
preguntas, realizadas en una ocasión anterior, resuenan en nuestros oídos:
“¿Qué pensáis del Cristo?” y “¿Qué, pues, [haremos] de Jesús, llamado el
Cristo?” Ofrezco estas tres sugerencias:
1. Aprendamos de Él. “...aprended de
mí”, suplica, “que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas”.
2. Creamos
en Él. El autor del proverbio nos insta: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu
propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.
Su nombre es el único dado bajo el cielo mediante el que podemos ser salvos.
3.
Sigámosle. Él ejemplificó la palabra compasión; nos
mostró el camino, nos indicó el sendero para que le siguiéramos; el servicio
desinteresado caracterizó Su vida. Al aprender de Él, al creer en Él y al
seguirle, existe la capacidad de llegar a ser como Él. El rostro puede cambiar,
el corazón se puede ablandar, el paso se puede acelerar, la actitud ante la
vida se puede mejorar. La vida se convierte en lo que debiera llegar a ser. En
ocasiones el cambio es imperceptible, pero tiene lugar. (El Ejemplo del Maestro, Liahona
enero 2003, Pág. 4).
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